Donald Trump pretende convertir Chicago, con gobernador y alcalde demócratas, en la punta de lanza de su promesa de deportar masivamente a migrantes sin papeles. La operación, iniciada este domingo, se ampliará previsiblemente estos días, con la presencia sobre el terreno de varios responsables de la Administración republicana para garantizar los resultados. Su intento, sin embargo, se topa con el rechazo de los responsables locales, que rehúsan colaborar. Y con el miedo cerval de los vecinos de los barrios de mayoría inmigrante, como el de Brighton Park, donde preguntar por una dirección desde la ventanilla de un vehículo desconocido hace acelerar el paso a los pocos transeúntes que recorren unas calles lúgubremente iluminadas.
