Los nuevos liderazgos mundiales han venido para rescatar una palabra que había quedado en desuso. Ya casi nadie utilizaba el adjetivo fanfarrón, y era una pena porque es precioso, con esa virtud de algunas palabras para hacerse visuales desde su pura fonética. Son expresiones cinematográficas, porque tú dices fanfarrón y ya estás viendo según qué caras y actitudes. El fanfarrón es el que hace alarde de lo que no es, y en particular de valiente. Las fanfarronadas suelen ser muy útiles para encubrir las propias debilidades, y en los liderazgos actuales es fácil percibir carencias bastante evidentes disimuladas bajo la petulancia y la bravuconería. A actitudes prepotentes les vienen de fábrica personalidades impotentes.
