La entrada del grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23) el pasado domingo en la ciudad congoleña de Goma, la capital de Kivu Norte, en el este de República Democrática de Congo (RDC), es, por ahora, el último capítulo de un largo conflicto. La disputa, que hunde sus raíces en el genocidio ruandés de 1994, se nutre de la explotación de las minas de coltán. Y ha llevado a Ruanda y Congo al borde de una guerra. La crisis, además, golpea a un país del África central, Congo, que aún siente los efectos de las dos grandes guerras que entre 1996 y 2003 acabaron con la vida de más de cinco millones de personas, entre combatientes y civiles que fallecieron de forma indirecta a causa de la malnutrición y los problemas de salud posteriores.
